Guíame, Luz Amable, entre tanta tiniebla espesa,
¡llévame Tú!
Estoy lejos de casa, es noche prieta y densa,
¡llévame Tú!
Guarda mis pasos; no pido ver
confines ni horizontes, solo un paso más me basta.
Yo antes no era así, jamás pensé en que
Tú me llevaras.
Decidía, escogía, agitado; pero ahora
¡llévame Tú!
Yo amaba el lustre fascinante de la vida y, aún temiendo,
sedujo mi alma el amor propio: no guardes cuenta del pasado.
Si me has librado ahora con tu amor, es que tu Luz
me seguirá guiando
entre páramos y lodazales, riscos y torrentes, hasta que
la noche huya
y con el alba estalle la sonrisa de los ángeles,
la que perdí, la que anhelo desde siempre.
San John Henry Newman