En ocasiones se considera que hay diversas formas de culto, pero en la Iglesia y específicamente en el concilio de Treno (Ses. XXV), se nos enseña que hay un solo culto, que puede vivirse en tres grados.
Latría
Al primero grado se le denomina «latría» o adoración. Este es exclusivo de Dios. Sólo Dios puede ser adorado, en el Padre por la creación, en el Hijo por la salvación y en el Espíritu Santo por la santificación, ya que, como dice el credo niceno-constantinopolitano la Trinidad «recibe una misma adoración y gloria», además, Jesús nos enseña que solo se debe adorar al Señor y sólo a Él dar culto (cf. Mt 4, 10).
El acto de la adoración es un reconocimiento de la misericordia, es la entrega de la vida y es la confianza en el proyecto de Dios. La adoración requiere tanto de la expresión interior como la de la exterior, por ello la auténtica adoración consiste en la vida del hombre mismo, un hombre que vive en santidad y justicia. El hombre se convierte en glorificación de Dios y queda iluminado por su mirada.
Dulía
Al segundo grado se le denomina «dulía» o veneración, es propio de los santos, aquellos que la Iglesia ha inscrito en el catálogo de los bienaventurados por medio de una proclamación solemne en la que la Iglesia declara que esas personas vivieron las virtudes de un modo heroico y actualmente gozan de Dios en el cielo. Este grado también es propio de los mártires, aquellos que ofrecieron su vida por el Evangelio, pero asimismo de los ángeles, ya que ellos tienen el privilegio de poder ver a Dios en persona.
Por medio de la veneración reconocemos en ciertas personas la santidad de la vida cotidiana y como ellos encontraron en Dios su refugio y consuelo; es una manera de veneración indirecta a Dios, ya que, nuestra veneración a los santos se da, porque reconocemos en ellos un modelo a seguir, debido a que su servicio a Dios y a los hermanos nos permite descubrir las maravillas que ellos han realizado en virtud de la escucha de la Palabra o del testimonio de han recibido.
De igual manera, este grado, supone el respeto y veneración a las imágenes o reliquias del santo o mártir, que cumplen la función de recordarnos que esas personas fueron capaces de imitar a Jesús y que nos vamos a salvar si hacemos lo que hicieron ellos, además, la dulía a los santos o mártires incluye la invocación y veneración, ya que ellos son ejemplo de virtudes. Es necesario anotar que, cuando se profesa la fe se dice que creemos en la «Comunión de los santos», aquella unión mística de la Iglesia militante, la Iglesia purgante y la Iglesia triunfante; el concilio Vaticano II nos recuerda que mirando la vida de los santos podemos encontrar nuevos motivos que nos impulsan a buscar la ciudad futura, ya que en los santos Dios nos habla y nos ofrece un signo de su Reino (Lumen Gentium, no. 50-51).
Sin duda que, en los orígenes del culto a los santos está la influencia profunda y ejemplar de los mártires, de ellos, celebramos su dies natalis, es decir, el día en que nacen para la eternidad, el día de su martirio. De igual, de los santos celebramos también, el dies natalis, el día en que fueron recibidos por Dios en la eternidad.
Protodulía
Al patriarca bendito, san José, se le considera el primero de los santos, dedicándosele un culto de «protodulía». San José es proclamado patrono universal de la Iglesia por el papa Pío IX en 1870.
Hiperdulía
Al tercero grado se le denomina «hiperdulía» o veneración en grado eminente, que es propio de la Santísima Virgen María, es una veneración singular por lo que san Lucas pone en labios de María durante su visita a casa de Isabel: «Todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho maravillas en mí el Poderoso» (Lc 1, 48-49).
Es necesario, aclarar que el grado de veneración a la Santísima Virgen es mayor que a los demás santos, porque es la madre de Jesucristo, pero es menor a la adoración que es propia de Dios; básicamente la hiperdulía es igual a la dulía, sólo que en la hiperdulía se muestra que existe más amor, respeto y confianza ante la gracia que María recibió de Dios. La veneración a la Santísima Virgen debe inducirnos a reconocer la excelencia de la Madre de Dios, que nos impulsa a un amor filial hacia ella que es nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes (Lumen Gentium, 66-67).
Es momento de adorar a Dios y pedirle su gracia y de venenar a los santos y descubrir en ellos un modelo a seguir. ¿Te animar a adorar y venerar?
2 comentarios en “Grados de culto en la liturgia”
Estamos llamadosba ser Santos, tenemos como modelo a seguir a Jesucristo, que ya nos dijo solo a Dios adoraras, en las tentaciones del desierto. La vida de los Santos, como antecesorrs nuestros, nos lleva comi ellos a poner a Dios como lo primero y unico importante en la vida, y por supuesto, su Madre, nuestra madre que nos lleva de la mano para que no erremos el camino.
Muy buen articulo, que nos permite profundizar en la liturgia tan rica y hermosa que tiene la Iglesia. Gracias.
Yo siento que Dios tiene tanto Amor por la humanidad que si por él fuera la humanidad completa seria Santa esa es la invitación que él nos deja abierta y creo y sé ay ese camino no es nada fácil pero veo también que él nos da todo para caminar rectos y como debe ser para que a ejemplo de Jesucristo y la fila de Santos han llegado a él yo también pueda perseverar en el camino