Nuestra Señora Aparecida

Corre el año 1716 cuando, en el río Paraíba, tres pescadores trataban de ganarse la vida, pero no conseguían pesca. Fue entonces que alzaron de las aguas con sus redes una hermosa figura de terracota de Nuestra Señora de la Concepción.  Una vez colocada la imagen en su canoa, la pesca fue tan abundante, que aquellos hombres regresaron a puerto llenos de temor, porque su frágil embarcación parecía hundirse, incapaz de sostener el enorme peso de la pesca.

No se sabe cómo la pequeña imagen de solo 36 centímetros fue a parar al río, pero sí se conoce a su autor, Frei Agostino de Jesús, un monje carioca de Sao Paulo que trabajaba el barro con arte y refinamiento. La imagen que fue moldeada hacia el 1650, permaneció sumergida en el Paraíba por muchos años, hasta perder su policromía original y quedar de un brillante color castaño oscuro.

La Virgen morena se presenta a la veneración de los fieles recubierta por un rígido manto de gruesas telas ricamente bordadas, que sólo permiten verle el rostro y las manos, que une sobre el pecho en continua oración.  Porta la corona imperial, de oro y piedras preciosas, con la que fue coronada reina de Brasil por el Papa Pío X en el 1904.  Pío XII la proclamó patrona principal del Brasil en 1930 y el día de su fiesta, el 12 de octubre ha sido declarado feriado nacional.

Juan Pablo II visitó a la Virgen Aparecida en su santuario, concediéndole el título de Basílica.  Unos días antes, un individuo lanzó al suelo la imagen fraccionándola en muchos pedazos. Quiso así parar el gozo de la celebración que se esperaba. Pero el amor y el cuidadoso trabajo de varios artistas y expertos logró reconstruirla perfectamente y la Virgen Aparecida retornó a su nicho en la basílica en medio de la enorme multitud que la aclamaba por madre del Brasil.  El odio jamás vencerá sobre el amor de la Madre de Dios quien nunca abandona a sus hijos.

Cooperación necesaria

Juan Pablo II en ocasión del centenario de la coronación de Nuestra Señora Aparecida, 2004, escribe que «este patrocinio de María sobre una nación no es posible sin la cooperación de sus protegidos, sino que supone su libre consentimiento, que se renueva cada día; supone que se hagan dignos de él, encarnado en un compromiso de vida inspirado por las certezas profundas y sólidas de la fe».

Dirigiéndose en particular a los obispos, el Papa subraya la importancia de «asumir con verdadero espíritu pastoral la antiquísima devoción mariana de vuestro pueblo. (…) Para que esta devoción sea un camino para el encuentro, en la fe, con Dios en Jesucristo, depende mucho del ejemplo de los pastores y de los agentes de pastoral».

«Ayudad por tanto a los fieles a vivir su devoción mariana como un testimonio claro y valiente de amor a Cristo, que manifieste la identidad personal y comunitaria de los católicos, contra el peligro del secularismo y del consumismo, y al mismo tiempo, favorezca en las familias la práctica de las virtudes cristianas. Del mismo modo, esta devoción ayudará a consolidar los vínculos de comunión con los pastores de la Iglesia de Cristo, afrontando la disgregación de la fe, tantas veces fomentada por el proselitismo de las sectas».

Su festividad se celebra los 12 de octubre de cada año, en especial en Brasil.

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