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En busca de una vacuna «A hombros de gigantes»

«Si he llegado a ver más lejos que otros es porque me subí a hombros de gigantes»

Isaac Newton

Como una amenaza mortal es vista actualmente la pandemia que afecta no solo la estabilidad de nuestras vidas sino la continuidad de nuestra existencia, especialmente para nuestros adultos mayores. La búsqueda de una vacuna se ha convertido para el mundo y las grandes industrias farmacéuticas, en una carrera por el monopolio de la patente exitosa; así a esta altura de la carrera, frente a una enfermedad que ha cambiado el estilo de vida de toda una sociedad, cabe preguntarnos ¿cuál es verdaderamente la enfermedad?

El virus al que se enfrenta ahora la humanidad, si bien es letal, mantiene una tasa baja de mortalidad en el mundo, en comparación a otras pandemias que han surgido. No obstante, ha traído consigo una verdadera amenaza frente a la cual todos somos susceptibles y es la desesperanza. Así, como imbuida en el aire de manera camuflada, se ha filtrado incluso en los guantes y tapabocas, que se presentan ahora como el único escudo protector, destruyendo personas y hogares de adentro hacia afuera.

La fragilidad como alternativa

El miedo a lo desconocido, a las amenazas del exterior, perturba nuestro instinto de supervivencia. Cualquier amenaza que esté por encima de nuestras capacidades carga nuestra existencia de melancolía y malestar, de este modo, sin precedentes suficientes, damos la batalla por perdida.

La guerra que estamos luchando va mucho más allá de un contagio, ha llegado hasta nuestros espacios vitales y sin avisar, se ha apoderado de nuestra realidad. La desesperanza ha comenzado a ser parte de nuestra cotidianidad; los panoramas desalentadores de las deudas por pagar, la despensa que se agota, el miedo terrible a la muerte y con ella la pérdida de nuestros seres queridos, y la idea de perder la vida como la conocemos hasta ahora, nos ha empujado a un sentimiento de desesperación en cadena.

Entonces vale la pena preguntarnos: ¿y si empezáramos a contemplar nuestra debilidad? ¿y si en vez de hacernos los fuertes optamos por una salida diferente? cuando revisamos la vasta literatura bíblica podemos encontrar respuestas en el pasaje de David y el filisteo.

En el libro de Samuel (Sam 17, 40ss), el pueblo de Israel ha hecho un trato con los Filisteos, el cual consistía en escoger un combatiente de cada bando, de tal modo que quien ganara llevaría la victoria para todo su pueblo. Entre los israelitas ninguno aceptó más que el pequeño David. Es curioso que el mismo rey Saul le presta su armadura, pero no siendo capaz de sostenerse en ella por su peso renuncia a portarla, quedando totalmente desprotegido.

La debilidad a David le hizo sacar de dentro de sí habilidades que no conocía; su incapacidad en comparación con la ventaja del filisteo lo obligó a hacer uso de su mejor arma, descubrió que su debilidad retada era lo que necesitaba su vida, para sacar al descubierto la fuerza que no sabía que tenía dentro. De esto modo, se ve violentado al cambio y la superación que, unidos a una confianza en Dios, le hace ganar la batalla contra su contrincante.

David nos devela que la fragilidad es también una opción para actuar. Vivimos constantemente nuestra existencia como si estuviéramos en una carrera, donde a una determinada edad estándar ya hay que cumplir unos prototipos como el tener un pregrado, un trabajo o una familia. Parar nuestro ritmo de vida nos agobia.

Este virus de la desesperanza que ahora nos perturba podría ser vencido sí, así como David, nos aventuramos a dejar al descubierto nuestra debilidad para reconocer que el abandono en Dios es nuestra mejor arma frente a cualquier momento de desesperanza que pudiera amenazarnos. De este modo la fragilidad se convierte también en una opción que, al ser puesta en una total y desprovista confianza en Dios, Él la potencializa y la convierte en triunfo. Es la sabiduría de lo pequeño, como la de todos aquellos personajes de la historia que afrontando sus incapacidades encuentran una mejor versión de sí mismos.

«A hombros de gigantes»

Como una frase que ha llamado la atención de muchos científicos, la expresión «a hombros de gigantes», es la muestra de la verdadera humildad que necesita una persona cuando se enfrenta a un verdadero reto. Juan de Salisbury (s. XII) dijo alguna vez: «Somos como enanos sentados sobre los hombros de gigantes para ver más cosas que ellos y ver más lejos, no porque nuestra visión sea más aguda o nuestra estatura mayor, sino porque podemos elevarnos más alto gracias a su estatura de gigantes».[1] Frase que será luego citada por Sir Isaac Newton.

La vacuna que necesitamos no es contra la enfermedad, hay personas en nuestra sociedad que aun teniendo buena salud han entrado en un sinsentido que no les permite gozar de las bendiciones que le ha dado Dios. A la vacuna que me refiero es aquella que verdaderamente necesitamos, una que nos haga ver las cosas de una manera diferente, no en clave de fracaso, sino en clave de ganancia. Y con ella en nuestro ser, en el momento que demos por finalizada la batalla contra el Covid-19 no buscaremos otra excusa para sabotear nuestra felicidad y justificar nuestra miseria, sino que por el contrario habremos retado nuestras incapacidades y habremos crecido personalmente como lo hizo David .

En conclusión, debemos aprender que para llegar lejos también necesitamos reconocernos pequeños y así buscar nuestros propios gigantes, aquellos valientes que, habiendo ganado sus propias batallas, han dejado un legado loable y digno de ser imitado.

Es por esto que los invitamos para que de ahora en adelante y durante algunas semanas, busquemos juntos la vacuna contra la desesperanza a hombros de gigantes, a fin de que la pandemia mundial que ahora nos estremece no tenga también entre sus efectos otro peor que busca matar nuestro espíritu, sino que por el contrario sea contenido de una vez por todas.


[1]Tomada de:  https://institucional.us.es/blogimus/2017/09/a-hombros-de-gigantes/ 31 de marzo de 2019

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