El mundo contemporáneo en repetidas ocasiones nos hace enfrentar ante una situación compleja ¿qué es la verdad? Y es más ¿dónde encontrarla? Surgen teorías conspiracionistas que nos hacen dudar de lo que otros nos dicen, afirman y terminamos cayendo en una duda de todo que nos lleva a la desolación. Sin embargo, la verdad es el lugar de la libertad y de la paz, por ello es necesario descansar en ella, ya que es una morada de la cual nunca se desea salir.
La verdad es un tema que ha hecho correr mares de tinta para intentar responderla. Muchos de estos textos enfrentar la verdad como una noción o algo intelectivo, o como un consenso, o una adecuación entre mente y realidad, pero ¿somos conscientes que la verdad se desarrolla en una existencia?, o para que sea más personal ¿mi vida es verdadera?
En una existencia hay pensamiento, emoción, corporalidad, espiritualidad, decisiones, en fin, un cumulo de realidad que nos hacen vivir y mostrar que vivimos. La vida verdadera es aquella que integra la existencia, el proyecto de vida personal con el de Jesús. Vale aclarar que el proyecto de Jesús siempre plenifica nunca coarta la libertad. Es más, pensar en la vida no solo supone la temporalidad sino la eternidad, es por ello por lo que san Juan nos dice que la vida eterna es conocer al Padre y a su enviado (Jesús) y este acto de conocimiento lo iniciamos en nuestra vida temporal.
Jesús se declara la verdad (Jn 14, 6) es por esto por lo que damos un salto en el que vida implica conocimiento y verdad supone encuentro. La verdad, por tanto, no es un deleitar nuestro cerebro con alojar información, más bien la verdad es vivir a Jesús, ser un Jesús en la tierra. Es posible que pensemos que es difícil, y lo es, pero Jesús ha orado para que nuestra fe no desfallezca, y la ha pedido al Padre que nos consagre en la verdad (Jn 17, 17).
Vivir la verdad como un estilo de vida supone llevar hasta las ultimas consecuencias la obediencia de la fe, que no es un salto al vacío, sino que más bien es sentir una presencia que nos permite confiar porque nos hemos sentido amados, es decir, que la obediencia al plan de Dios no se da si no nos sentimos amados, abrazados y extasiados en Dios. A quien amamos le creemos y somos capaces de entrar en un diálogo de confianza y verdad. Si la verdad radica en el conocer implica el conversar, aunque en momentos sintamos que nos interpela y que nos llega a la profundidad del ser. Las conversaciones en la verdad tienen como característica el desnudar el interior, así podremos saber cuan verdaderas o superfluas son nuestras conservaciones que a lo sumo representan a nuestro interior. Pero vale aclarar que en la vida no puede estarse siempre en lo profundo porque nos ahogaríamos, también es necesario nadar en lo superficial porque nos permite respirar y tomar aire nuevo para seguir.
La vida verdadera es aquella en la que se puede abrir una ventana interior para que circule el aire acumulado. La vida verdadera es la que es capaz de mirar al cielo y clamar diciendo: Dame, Señor, tu amor y gracia porque eso me basta. Bastarnos en Dios no es una cuestión anexa, es la esencia del cristianismo, ya que, si bebemos de la fuente del amor que es Dios, también nosotros nos convertiremos en manantiales de amor que también son fuente de verdad.
Jesucristo no es un proyecto iluso de verdad. Jesucristo es la verdad, una verdad que todos los días le da sentido a la vida y es capaz de abrazarnos y mostrarnos nuestra verdadera identidad: ser amado; y a partir del descubrir nuestra identidad podremos vivir conforme a ella y ser auténticos y verdaderos. En síntesis, que nuestro corazón puede decir que la verdad resulta apasionante no porque es cognoscitiva sino porque es existencial y personal.