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Parábola del
rey
Iba yo pidiendo, de puerta en puerta por el camino de la aldea,
cuando tu carro de oro apareció a lo lejos como un sueño
magnífico. Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería aquel
Rey de Reyes.
Mis esperanzas volaron hasta el cielo y pensé que mis días malos
se habían acabado. Y me quedé aguardando limosnas espontáneas,
tesoros derramados por el polvo.
La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo.
Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. Y de
pronto, tú me tendiste tu diestra diciéndome:
- ¿Puedes darme alguna cosa?
¡Ah, qué ocurrencia de Su Realeza! ¡Pedirle a un mendigo! Yo
estaba confuso y no sabía que hacer. Luego saqué despacio de mi
saco un granito de trigo y te lo dí.
Pero qué sorpresa la mía cuando, al vaciar por la tarde mi saco
en el suelo, encontré un granito de oro en la miseria del
montón. ¡Qué amargamente lloré de no haber tenido corazón para
dártelo todo!
Pastoral Juvenil