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¿QUE QUIERE DECIR SER FIEL?
La virtud de la fidelidad es el mantener el compromiso libremente aceptado y el empeño en terminar cualquier misión en la que uno se ha comprometido.
La fidelidad es, como dice Santo Tomás, “cumplir exactamente lo
prometido, conformando de este modo las palabras con los
hechos”. Somos fieles si guardamos la palabra dada, si nos
mantenemos firmes a pesar de los obstáculos y dificultades en
los compromisos adquiridos.
La fidelidad está íntimamente unida a la perseverancia y con
frecuencia se identifica con ella. El ámbito de la
fidelidad es muy amplio: con Dios, entre cónyuges, entre amigos…
es una virtud esencial: sin ella es imposible la convivencia.
Referida a la vida espiritual, se relaciona estrechamente con el
amor, la fe y la vocación.
Nuestra época no es una que se caracterice por el florecimiento
de esta virtud de la fidelidad, quizá por eso el Señor nos pide
que la apreciemos más tanto en nuestros compromisos de entrega
adquiridos con El como en la vida humana y en las relaciones con
otros.
Muchos se preguntan como puede el hombre que es mudable, débil y
cambiante comprometerse para toda la vida. ¡Si puede! Porque su
fidelidad está sostenida por quien no es mudable ni débil ni
cambiante, por el mismo Dios.
Toda fidelidad debe pasar por la prueba más exigente: la
duración. Es fácil ser coherentes por un día o algunos días.
Difícil e importante es ser coherente toda la vida. Y sólo puede
llamarse fidelidad a una coherencia que dura a lo largo de
nuestra existencia, ya sea en la calma como en las tempestades.
Lo contrario, que es la infidelidad nace de la soberbia, por la
cual el hombre no somete su entendimiento a las reglas de la fe
y a las enseñanzas de los Padres.
El infiel se enfurece cuando los demás no son fieles en pequeños
detalles y sus exigencias son exageradas no fiándose de nadie,
para nada. Creen que todos son infieles como ellos y viven
llenos de desconfianza.
Pastoral Juvenil