Santa Zedislava de Lemberk

Por:  José Luis Repetto Betes | Fuente: Año Cristiano (2002)

Madre de familia (+ 1252)

Zdislava o Zedislava es una madre de familia de la Edad Media, en pleno siglo XIII, que, sin embargo de hacer ya siete siglos de su tránsito, no ha llegado a la canonización hasta el 21 de mayo de 1995, en que el papa Juan Pablo II, en su viaje apostólico a Bohemia, la colocaba en el catálogo de los santos en la ciudad de Olomuc.

Fue una mujer —dice el mismo Papa— a quien pueden aplicarse con toda justicia los elogios que la Sagrada Escritura dirige a la mujer fuerte, pues adornada de fortaleza y esplendor espiritual, sus hijos la llamaron bienaventurada y toda la comunidad alabó complacida la multitud de sus limosnas.

Nació en Moravia, en la localidad de Krizanov, en la frontera entre Bohemia y Moravia, hacia el año 1220. Su vida sería breve pero intensa, con la intensidad de quien sirve al Señor con entrega y fidelidad. Eran sus padres Privislavo Berka y Sibila de Wittelbasch, un matrimonio adinerado que ocupaba relevante lugar en la sociedad de su tiempo. El padre era militar y señor posteriormente de Brno. Tenía la confianza del rey Wenceslao I, que lo nombró su procurador en Moravia. La madre, Sibila, era natural de Sicilia y había venido a Bohemia como dama de la reina Cunegunda, hija de Felipe Hohenstauffen y esposa de Wenceslao I. La dama de la reina fue dada en matrimonio a Privislavo y ambos formaron un hogar sinceramente cristiano. La piedad de Privislavo era tal que se comentaba de él que por fuera era un caballero militar pero que por dentro era un monje. El interés de ambos por la religión les llevó a fundar el convento de los religiosos franciscanos en Brno, y posteriormente fundaron otro convento, la abadía cisterciense de Zdar Nad Sazavou. Al lado de estos dos conventos, cuyas fundaciones supusieron una generosa donación de bienes, ambos esposos practicaban multitud de obras de religión y de caridad. Las fuentes antiguas llaman a Sibila «devota sierva de Jesucristo». Era, por tanto, muy favorable a una educación cristiana el clima que al abrir los ojos encontró Zdislava, primera hija del matrimonio, en su hogar. Muy particularmente aprendió de sus padres la tierna devoción a la Virgen María que la acompañará siempre.

Zdislava fue la mayor de cinco hijos, con los que Dios bendijo el matrimonio, y su infancia estuvo enmarcada en el dicho clima de piedad y amor mutuo que reinaba en su hogar, al cual la niña Zdislava se mostró siempre receptiva. Creció en ese clima sin incidencias peculiares, y se I1Í20 una joven casadera, a la que sus padres procuraron buscarle un conveniente matrimonio.

Tenía Zdislava unos veinte años, es decir, era el año 1240 más o menos, cuando sus padres le anunciaron que le habían buscado como esposo a un joven caballero digno de ella. El elegido era Galo de Lemberk. Se trataba, igual que su padre, de un caballero de la corte de Wenceslao I, un caballero fidelísimo al monarca y a quien éste honraba con su confianza. Era señor de una tierra en la Bohemia oriental. La joven, educada en la obediencia a los padres, dio su consentimiento al matrimonio, y, celebrado éste, marchó al castillo de Jablonné, que era como la capital de los estados de su esposo, donde se dispuso a ser una esposa ejemplar por el cumplimiento escrupuloso de todos sus deberes.

El matrimonio vivió en unidad de sentimientos, tanto en lo que se refiere a las relaciones personales de amor mutuo como a las obras de caridad y religión. Galo disfrutaba de una envidiable posición social, toda vez que se contaba con él para todos los asuntos públicos del reino. Era consultado y escuchado y sus opiniones tenían un peso específico. Se ha dicho de él que era duro de carácter y altanero, pero su esposa supo dulcificar estas cualidades. Zdislava tuvo cuatro hijos, a cuya educación cristiana se dedicó con plena responsabilidad de madre. Uno de sus hijos, Galo, murió joven, y solamente conservamos el nombre de una de sus hijas, llamada Margarita.

Zdislava se dispuso a recorrer con paso firme la senda de la perfección cristiana, y lo hizo en la órbita de la espiritualidad de la Orden dominicana, y así, con este hábito, la representa su más antigua iconografía. Esta espiritualidad la llevaba a una vida de intensa oración, siendo asidua a las celebraciones litúrgicas y a las largas horas de plegaria personal.

Pero lo que más llamó la atención de sus contemporáneos fue la caridad inmensa de la joven señora con todos los desgraciados. Éstos aprendieron muy pronto el camino del castillo, pues en él hallaban no una limosna o un socorro anónimo sino a la propia Zdislava dispuesta siempre a atenderles y socorrerles. Ya podían ser pobres mendigos, o enfermos que arrastraban sus miserias o incluso leprosos, tenían la mejor acogida en el corazón de Zdislava. Ella les daba de comer, les curaba personalmente las llagas, sin que la lepra la echara atrás en la prestación de sus servicios. No faltó quien le dijera lo peligroso que era para su propia salud el tratar tan de cerca enfermos contagiosos. La advertencia no sirvió de mucho, pues la caridad de Zdislava le hacía olvidarse de sí misma para solamente pensar en el socorro de los desgraciados.

Y no se limitaba a socorrer a quienes acudían a su castillo. También iba a las casas de los que no podían acudir a ella y dejaba por los más necesitados hogares la estela de su confortadora presencia y de su generosa caridad.

El pueblo no podía ver con indiferencia esta conducta evangélica de Zdislava. Su nombre era bendecido en todas partes y comenzó a correr el rumor de que Dios hacía milagros por las manos de Zdislava.

Aunque la crítica moderna ha tenido que cribar las leyendas surgidas en torno a su figura en los siglos posteriores, parece que puede afirmarse con seguridad que varios hechos portentosos atribuidos a Zdislava tienen buenos testigos a su favor. Así la resurrección de nada menos que de cinco muertos, lo que producía una admiración sin límites hacia la santa señora, y asimismo la curación de varios ciegos, cojos y leprosos, que recibían de las manos de Zdislava no solamente el obsequio de sus ayudas materiales sino incluso la plena salud. Estos ciegos, cojos y leprosos curados por ella eran sus predicadores en medio del pueblo, y quienes los habían conocido cargando con sus enfermedades no podían ahora, aunque hubieran querido, desmentirlos. Y otros muchos enfermos afirmaban haberse aliviado o curado por la oración y las manos de Zdislava.

Ni se limitaba al alivio de la pobreza o de la necesidad. Defensora de la justicia, intercedía eficazmente por los oprimidos por cualquier injusticia que acudían a ella en busca de protección, y hacía valer su alta posición social para sacarlos de la opresión que sufrían. Bajaba a las cárceles a llevar a los presos un mensaje de consuelo, preocupándose por el estado de las causas que se seguían contra ellos y proporcionándoles alimentos y medicinas.

Atendía también solícitamente a los peregrinos que pasaban por su ciudad, bien camino de Oriente a fin de visitar la Tierra Santa, bien camino de Occidente para venerar los sepulcros apostólicos de Roma o Compostela. Zdislava los atendía con amor y les prestaba el socorro oportuno que su caridad le dictaba. Creó un hospicio para peregrinos, donde éstos podían gratuitamente acogerse, y al que ella misma acudía muchas veces sirviéndoles la comida con humildad admirable.

Acogía también con amor a cuantos llegaban a su ciudad huyendo de las tierras por las que las incursiones de los mongoles sembraban el pánico y la muerte. En resumen, habría que decir que no hubo obra de misericordia que no practicase con celo religioso y entrega generosa.

Para entonces la Orden de Predicadores era aún joven, pues Santo Domingo de Guzmán había muerto en 1221, pero ya en vida del fundador la Orden se había esparcido por Europa. Ya hemos dicho cómo Zdislava seguía esta espiritualidad. Y ello se comprobó más cuando junto con su esposo procedió a la fundación de dos conventos de dominicos, uno en Jablonné y otro en Turnov. La joven dama pretendía con estos nuevos centros religiosos algo que llevaba muy dentro de sus preocupaciones: la evangelización y formación cristiana del pueblo sencillo, a quien se dirigía la predicación de los dominicos, una predicación adornada del celo apostólico más sincero y que tenía como objeto el mensaje integral del evangelio. Ambos conventos respondieron a los deseos de Zdislava, cuyo esposo proporcionó los recursos necesarios para ambas instituciones pues compartía los ideales religiosos de su santa esposa. Se contó con la presencia de San Ceslao para este establecimiento de los dominicos y se dice que fue él quien dio a Zdislava el ingreso en la Orden Tercera.

Llevaba solamente doce años de casada cuando el Señor la llamó a su seno. El año 1252 en su comienzo fue para ella el día del encuentro definitivo con Dios. En su muerte la atendieron espiritualmente los religiosos dominicos. Llorada no solamente por sus familiares sino por todo el pueblo, singularmente por los pobres y por su esposo e hijos que tan tiernamente la amaban, se dispuso que fuera la iglesia dominicana de Jablonné el lugar de su sepultura. Y su tumba se convirtió enseguida en objeto de las plegarias confiadas del pueblo, que empezó a decir que hallaba en su tumba las mismas ayudas en las necesidades que en su persona había hallado en vida. Comenzó a ser llamada bienaventurada y santa, su figura comenzó a ser pintada, y las lámparas votivas y los exvotos comenzaron a adornar su tumba y hacerse general la opinión del pueblo fiel de que Zdislava había sido una verdadera santa.

En este clima de culto popular, antes de los decretos de Urbano VIII, ya en 1602 fue considerada oficialmente como uno de los santos patronos del país.

Por fin, a finales del siglo XIX, se abrió un proceso canónico dirigido a la confirmación del culto inmemorial que se le tributaba, confirmación que otorgó finalmente el papa San Pío X el 28 de agosto del año 1907.

Pero esta confirmación no colmaba las aspiraciones de los muchos devotos de Zdislava, que querían ver reconocidas sus virtudes heroicas y colocado su nombre en el catálogo de los santos. Y este deseo se hizo más perentorio luego de que el papa Pablo VI dirigiera en 1971 una carta al episcopado del país en la que elogiaba grandemente la figura de Zdislava, como ejemplo de vida familiar y de fidelidad conyugal, consagrada a la fe y al evangelio, benéfica para los ciudadanos y, sobre todo, los pobres de su país, muy amada de Dios, a cuyo solo servicio había dedicado su vida.

A petición de los obispos de Bohemia y Moravia y de la Orden de Predicadores se abrió el proceso que estudió sus virtudes, las cuales fueron declaradas heroicas el 2 de julio de 1994. Un año más tarde, el 6 de abril el papa aprobaba el milagro obrado por su intercesión y podía proceder a canonizarla.

Una mujer seglar, casada y con hijos, en medio del mundo, en mitad de la clase dirigente del siglo XIII en el corazón de Europa, y que vivió con radicalidad el evangelio de Jesucristo.

Fue beatificada por el Papa Pío X el 28 de agosto de 1907, y canonizada por el Papa Juan Pablo II el 21 de mayo de 1995 en República Checa.

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