A ti, María, Virgen concebida
sin pecado, yo indigno, yo devoto
de tu manto, yo escándalo, yo roto,
te canto y rezo con mi lengua ardida.
Estrella de mi mar en la vencida,
borrasca ofrendo a Ti mi humilde exvoto;
un bergantín sin rumbo y sin piloto,
en tu ermita carmela guarecida.
Ave María, Gratia plena, suave
nido de Encarnación, pluma de vuelo,
rosa blanca entre angelitos sonrojos.
Reina del cielo, que te acoge y sale;
Sálvame, mírame, tu pequeñuelo
y – Madre mía, véante mis ojos.
Poesía de Gerardo Diego (1896-1987)