Bendita Pascua que nos hace recordar. Reflexión Domingo de Pascua (A)

Hoy, y durante el tiempo Pascual celebraremos solemnemente que Cristo ha cumplido la promesa de levantarse victorioso de la muerte, y más aún, de llevarnos a vivir la Pascua eterna con Él.

Es posible, que nos llegue la melancolía al no haber vivido estos días santos en el Templo, pero, la liturgia siempre es capaz de sobrepasar los límites espaciales, tanto así, que une el cielo con la tierra y hace anamnesis de los misterios para traerlos al hoy, y hacerlos latentes y palpables para nosotros.

Incluso, hoy, la liturgia la hemos vividos en nuestros hogares, pero hasta allá, ha llegado la alegría que nos convoca como Iglesia por medio del sonar de las campanas, que son la voz de Dios que corea la victoria de su Hijo; de los aleluyas que resuenan como alabanza de un corazón que tiene la certeza de que su Amado vive; de las cantinelas que nos emotivan a decir que hoy es el día en el que actuó el Señor; de la Palabra Santa que nos recuerda a Dios haciendo historia de amor con nosotros; de la luz que nos señala el fin de la noche y el despuntar del nuevo día; de las flores que enseñan que la vida que había muerto, hoy resucita; del agua que muestra que la fuente, que es Jesús, está colmada y lista para darnos a todos vida. ¡Hasta la naturaleza aclama que el cenit de la victoriosa Pascua del Señor ha llegado!

Bendita Pascua, que nos invita a hacer «memoria» de nuestro Bautismo, y recordar que el Misterio de la Muerte y Resurrección del Señor ocurrió ese día glorioso en el que la Gracia Divina tocó nuestro cuerpo por medio del agua que la Iglesia como Madre nos donó y que brotó del costado de Cristo.

Bendita Pascua, que nos invita a tomar conciencia de nuestras oscuridades internas, pero enseñándonos que Cristo siempre viene a iluminar la existencia y hacernos compañía, mostrándonos el camino para ir a nuestra casa: el cielo.

Bendita Pascua, que nos ofrece el memorial de nuestra Salvación para que un mundo que ha perdido o tiene herida la esperanza, la pueda recuperar.

Bendita Pascua, que nos ofrece el alimento que los ángeles añoran, porque es prenda de salvación y pregustación de la eternidad.

Bendita Pascua, que nos hace libres de nuestras esclavitudes, porque toda deuda se ha saldado.

Bendita Pascua, que nos hace ciudadanos de la eternidad, y nos muestra que siempre tenemos un lugar en la casa de Dios.

Bendita Pascua, que nos muestra que la Victoria del Señor es perdón y compasión por sus hijos.

Bendita Pascua, que nos enseña que con Dios nunca se pierde, sino que siempre se vence por la fuerza de su Espíritu.

Bendita Pascua, que une lo humano y lo divino.

Bendita Pascua, que nos recuerda que el amor vence al miedo y a la desazón.

Bendita Pascua, que nos muestra que el Reino de Dios no es una utopía sino un estilo de vida.

Bendita Pascua, que nos ha devuelto la condición de hijos reconciliados.

Bendita Pascua, que nos ilustra que del corazón de aquel que sufre puede brotar misericordia para con los demás.

Bendita Pascua, que nos mueve a vivir como el Cuerpo Resucitado del Señor.

Bendita Pascua, que nos explica que el camino a la felicidad es vivir en Dios.

Bendita Pascua, por la cual Dios nos habla de su plan de salvación.

Bendita Pascua, que es fuente de la amistad, porque brota de aquel que entregó su vida por los amigos.

Bendita Pascua, que cumple lo que ha prometido: La Resurrección del Amado.

De nuestro corazón, sólo puede seguir saliendo un «Bendita Pascua» por toda la historia de bienaventuranza que tenemos al lado del Señor.

¡Felices Pascuas de Resurrección! ¡Feliz encuentro con Cristo!

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