Nos encontramos este domingo con un pasaje muy emocionante de entre las apariciones que hace Jesús luego de haber resucitado. Tomado del evangelio de Lucas, y exclusivo de él, tiene las muestras características propias de sus escritos, descriptivo y llamativo en todas sus ocasiones. En este pasaje en concreto, encontramos un camino discipular en busca de la animación de los futuros cristianos.
1. La decepción
Como un escrito redactado años después de la muerte de Jesús, al igual que todos los evangelios, este pasaje se escribe para contarle a las futuras generaciones de seguidores la forma adecuada de seguir al Señor. Por tal motivo, este pasaje cobra una vital importancia. Encontramos al inicio dos discípulos que camino hacia un pueblo llamado Emaús, van discutiendo lo sucedido con Jesús, y, luego de que Jesús ha llegado con ellos para entrar en la conversación, sin reconocerlo, le explican que éste ha muerto, aunque ellos pensaban que era el Mesías.
Este pasaje tiene una clara intención, animar a todas aquellas personas que se les ha desdibujado de su corazón la idea de que Jesús es verdaderamente el Mesías. Es un evangelio escrito para quienes, por diversas circunstancias, han dudado de su fe. Por eso los discípulos no lo reconocen, porque ellos ya no lo tenían alojado en su corazón, tenían que conocerlo en su nueva faceta, la de victoria.
2. Un camino
Jesús en su gran amor sabe que lo que sus discípulos necesitan es que vuelvan a caminar junto a Él. Ya ellos habían desviado el corazón, sus mentes había alojado ideas irracionales; los hechos parciales, los de la muerte, le habían destinado al sinsentido. Por ello es necesario que vuelva a aparecer la explicación de la Palabra de Dios. Jesús no necesitaba sacarse en limpio dando referencia a lo que todo de Él se dijera en las escrituras; Él necesitaba que en el corazón de sus discípulos volviera a iniciar aquel proceso que hace mucho tiempo Él había empezado, que la Palabra habitara en su interior. Por esto no les hace un signo milagroso, porque Jesús sabía que tocar el interior de una persona con su Palabra da más fruto que querer alimentar su fascinación.
Jesús vuelve a caminar delante de sus discípulos, nuevamente ellos no saben quién es Él, como cuando los llamó la primera vez, pero ahora, ellos han de recibir un legado, de tal modo que su vida de fe tendrá que vivirse en la experiencia de salida y de encuentro con el otro.
3. El corazón vuelve a arder
Finalmente, la intención de Jesús queda al descubierto, estaba realizando una conquista. Una vez termina el camino, hace ademán de seguir de largo, por lo que los discípulos le piden que se quede con ellos; era necesario que ya no fuera Él quien los afrontara, ahora son ellos quien nuevamente, todavía sin reconocerlo, lo vuelven a escoger. Así, en el lugar de llegada, Jesús se revela con un signo que nos remite esencialmente a la Eucaristía, parte para ellos el pan y su verdadera identidad queda al descubierto y ellos reconocen el ardor del corazón desde el camino.
Jesús vuelve a aparecerse ante sus ojos, pero ahora les ha confirmado el lugar donde hará que sus corazones sigan ardiendo: la Eucaristía. Este pasaje posee una fuerte carga eucarística, hemos visto como las grandes partes de una misa, liturgia de la Palabra y liturgia de la Eucaristía, aparecen en escena. Sus discípulos han entendido que este será un nuevo lugar de contacto para cuando su fe vuelva a flaquear.
Este pasaje que nos regala la liturgia para este tercer domingo de Pascua quiere que nosotros, al igual que los discípulos que estaban dudando del poder de Jesús, recuperemos nuestra fe en Él. Por eso, si en algún momento, a causa de la situación civil actual descubrimos que nuestro corazón comienza a flaquear, es necesario volver a realizar el camino de Emaús, de tal modo que, dejándonos acompañar por Jesús con su Palabra y su alimento, podremos volver a dejar arder el corazón para salir a dar testimonio de lo que hemos experimentado.