En el 2013 se estrenó una película llamada «Un Dios prohibido» en ella se narra la historia de los mártires de Barbasto en España. Aquellos 51 amantes del Señor fueron semillas de nuevos cristianos el 2, 12, 13, 15 y 18 de agosto de 1936 mientras daban su vida por el Amor. Esto sucedió durante la persecución religiosa de la Guerra Civil Española.
Está película tiene grandes episodios, ya que narra la historia de un grupo de hombres en formación presbiteral y algunos ya ordenados, sin embargo, en todos hay otro llamado también: ser testigos del Señor hasta con su propia vida. Hay muchos momentos que podríamos resaltar, pero tomemos de ejemplo los siguientes.
Las señales de cielo
La película inicia con esta expresión: «A veces el cielo nos manda señales, casi nunca es una zarza ardiendo y dos tablas grabadas con diez mandamientos. Para eso hay que ser alguien importante y yo no lo era. En mi caso, mi señal fue una simple gota de sangre mientras me afeitaba». Esa oración que dice uno de los jóvenes seminaristas que luego será martirizado, marca el rumbo de la película y nos muestran la importancia de leer los signos que están a nuestro alrededor.
Hoy pienso en otros signos de mártires. Se me viene a la mente un joven que necesita ser escuchado y muestra signos para que atienden a su llamado, se muestra apático, indiferente o hasta de carácter fuerte cuando habitualmente no lo es. ¡Es un signo del cielo para que lo salvemos! Pero también, puede ser para nosotros un signo del cielo, alguien que con cariño y en silencio nos demuestra que el camino del cielo se construye con el sudor y el esfuerzo de todos los días, que no necesitamos ambicionar fortunas que algún día desaparecerán, sino que más es necesario descubrir y valorarlas el tesoro interior.
En ocasiones, otras personas con su testimonio silencioso nos denuncian nuestros pecados, ese es un signo que nos anticipa la llamada que el cielo nos hace… ¡ser verdaderos testigos!, hombres aguerridos, que se esfuerzan por ver y escuchar los signos que el cielo le confía, para así ser un testigo cotidiano, que también ofrece su sangre en el trabajo, en el servicio, en la oración. La sangre se derrama como semilla de nuestros cristianos cuando permitimos que el amor de nuestro corazón se anteponga frente a nuestro egocentrismo.
Un anhelo continuo de paraíso
En medio de la película resuena esta frase: «¡pobres de ustedes! ¿cuánto más tendrán que esperar hasta llegar al cielo?». Cuan convencidos estaban estos hombres de lo que creían que ahora se consideran bienaventurados por gozar de la Pasión antes que otros. ¡Cuánto amor en estos corazones! ¡Cuánto aman a Dios que lo desean ver ya! ¡Cuánto amor que no les importa ofrecer su propia vida! ¿Será que nuestra vida es una constante aspiración de cielo? ¿será que nuestra vida continua como si todo acabará aquí?
El ejercicio de aspirar al cielo es más sencillo de lo que pensamos, por ejemplo, en ocasiones deseamos responder con palabras hirientes, pero si hacemos un ejercicio de silencio estamos aspirando al cielo y ofreciendo la vida como ofrenda agradable porque somos capaces de evitar dañar el corazón de otro con el odio, pero también preservamos nuestro corazón de alojar el miedo o la expectativa ante la respuesta también hiriente del otro.
El alimento que salva
«Os traigo el alimento para el cuerpo y para el alma». ¡Qué perla la que nos lanza esta película! En momentos de preparación necesitamos alimentar el cuerpo que será el Altar para ofrecer la vida, pero también necesitamos alimentar el alma que será la ofrenda que se entrega, que se dona, que se hace pan para los demás. Entregar la vida en ocasiones nos suena a idealista, pero no, es algo posible, algo palpable.
No se entrega una vida porque la muerte a llegado, sino porque el amor nos desborda, por ello es necesario todos los días alimentarse de la Palabra, de la Eucaristía si es posible, pero ante todo del ejercicio de la escucha del Señor que se nos revela por todas partes para darnos signos de su amor.
Nuestro gran reto es descubrir que «la Providencia con su mano misteriosa es la que nos trae», la que nos da las señales para descifrar lo que hoy necesitamos para poder anhelar el cielo. ¿Te animas a vivir está propuesta de ser mártir de vida y amor? Recuerda todos los días alimentarte ¡Aliméntate de Cristo! Que los mártires de Barbastro nos animen en esta peregrinación hacia el cielo e intercedan por nosotros.