Beato Marcelo Spínola y Maestre

Por: Andrés de Sales Ferri Chulio | Fuente: Año Cristiano (2002)

Obispo (+ 1906)

Nació el 4 de enero de 1835 en San Fernando (Cádiz), siendo hijo de don Juan Spínola y Osorno y doña Antonia Maestre y Osorno, marqueses de Spínola, padres de ocho hijos de los que sólo sobrevivieron cuatro, recibiendo las aguas bautismales al día siguiente.

Con la ayuda de un preceptor aprendió a leer y escribir en su propia familia, frecuentando entre los 8-10 años un colegio regido por sacerdotes. Siguiendo los destinos de su padre estudió en Cádiz, Motril y Granada, matriculándose en la Universidad de Valencia en la Facultad de Derecho, figurando en todos los cursos con notas excelentes. En la Universidad de Sevilla obtuvo el título de abogado en 1856 con calificaciones extraordinarias, abriendo un despacho en Huelva al ser destinado su padre como comandante del puerto de dicha ciudad. Por su entregada honradez a los trabajadores pobres fue conocido coloquialmente como el «abogado de los pobres».

Dos años más tarde se decidió por el estado eclesiástico iniciando los estudios teológicos, al término de los cuales recibió el presbiterado de manos del obispo don Luis de la Lastra en la capilla del arzobispado hispalense, el día 21 de mayo de 1864.

Su primer cargo pastoral fue el de capellán de la Iglesia de la Merced de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), donde se entrega durante varias horas al confesionario, visita a los enfermos, ayuda a los necesitados y predica asiduamente.

En 1871 recibió el curato de San Lorenzo de Sevilla en donde continuó sus prácticas pastorales, siendo numerosos los penitentes que acudían a confesarse con él. Atendió con exquisito tacto las famosas cofradías sevillanas de Jesús del Gran Poder y de la Virgen de la Soledad, impulsando con gran celo la participación de los seglares. Este mismo año tuvo lugar el encuentro en el confesionario con una gran mujer llena del amor de Dios, Celia Méndez, marquesa viuda de Puebla de Obando, a quien escuchó con el corazón abrasado de amor de Dios. De este providencial encuentro sacramental surgió, años después, un nuevo instituto de vida consagrada, las Esclavas del Divino Corazón, dedicadas a la instrucción catequética y humana de las jóvenes.

El arzobispo Lluch y Garriga le nombró arcipreste de Sevilla y de 25 pueblos de la diócesis, y poco después, canónigo de la catedral hispalense, confesando en la iglesia de la Magdalena y predicando en cualquier punto de la diócesis donde se le llamaba. En febrero de 1881 fue consagrado obispo auxiliar de Sevilla, efectuando la visita pastoral de una diócesis que actualmente se halla repartida en cinco diócesis a pie o a caballo, a pesar de soportar una molesta dolencia que sufría en silencio.

Atendió con amable disposición a sacerdotes, religiosos y seglares, pero especialmente, a los pobres, dando ejemplo admirable de sacrificio, incluso en circunstancias personales muy amargas.

Tomó posesión de la diócesis de Coria en 1885, recorriendo todos sus pueblos, deteniéndose, especialmente, en la desgraciadamente célebre región de Las Hurdes. «El Señor levanta a unos para que brillen e iluminen, y a otros para humillarlos […] así me sacrificaré por la Iglesia y por el Papa».

La epidemia de cólera de 1885 abrió su corazón y puso a prueba su heroica caridad; por tan manifiestos desvelos el Gobierno le concedió la gran cruz de Isabel la Católica.

El 26 de julio de 1885 procedió a la fundación del Instituto de Esclavas del Divino Corazón, tomando el hábito tres meses más tarde, junto con diez postulantes, doña Celia Méndez y Delgado, marquesa de la Puebla, que tomó el nombre de madre Teresa. Su traslado como obispo a Málaga, y diez años más tarde, a la sede sevillana, motivaron el traslado de las religiosas a Puente Genil y el noviciado a Sevilla, lo cual dio pábulo a groseras infamias y acusaciones que no lograron alterar los planes de Dios, «pues entiendo que ni las persecuciones de los malos ni los miedos de los buenos deben hacernos abandonar la obra de Dios». Redactó las Constituciones, que fueron confirmadas definitivamente el 5 de mayo de 1909.

En 1886 fue nombrado Obispo de Málaga, ejemplo de las injustas desigualdades sociales con amplio malestar en sus barrios y destacada indiferencia religiosa. Se dedicó a la cuestión obrera, pues como reconocía, «los obreros discuten los derechos de que se creen asistidos, y al intentarlo vuelven los ojos irritados, apresurándose a reivindicarlos, contra la Iglesia».

Monta un servicio de comidas gratuitas para paliar el hambre con 2.000 raciones diarias y crea los Círculos Obreros para dar formación humana y religiosa a los trabajadores.

El 15 de febrero de 1891 fue nombrado Senador del Reino, demostrando un espíritu ecuánime e independiente, ajeno a enfrentamientos partidistas: «Era bajito, menudo, muy poquita cosa —que diría nuestro pueblo—, ante él se sentía aquello que juzgamos extraordinario y santo».

Fue uno de los promotores de la Asociación de la Buena Prensa. El 1 de febrero de 1899 y con la eficaz ayuda de un grupo de expertos colaboradores funda El Correo de Andalucía, un diario sevillano que obtuvo un gran éxito; escribió numerosos textos contra las calumnias de la prensa sectaria, combatiendo el error y la política antireligiosa: «Por lo que a mí toca, no sé más que callar y aguantar lo que venga».

El 17 de febrero de 1902 tuvo lugar la aprobación pontificia de la Congregación de Esclavas del Divino Corazón.

Promovió la Coronación canónica de Nuestra Señora de los Reyes, siendo la primera imagen de la Virgen que recibió este homenaje en tierras andaluzas. El 13 de marzo de 1904 el Cabildo de la Basílica Vaticana concedió que dicha imagen fuera coronada con corona de oro, en el primer año del pontificado de San Pío X. Considerada esta devota imagen como patrona de Sevilla a efectos canónicos, Pío XII la proclamaría patrona de la ciudad de Sevilla y de su archidiócesis en 1946. Después de un triduo preparatorio el 4 de diciembre de 1904 y en el trascoro de la catedral sevillana, el cardenal Sancha, arzobispo primado de Toledo, impuso las coronas a la Virgen de los Reyes y al divino Infante, por deferencia del prelado Spínola.

«Algunos claman que la humildad es apocamiento de corazón. Cada santo tuvo su don, su virtud, por pía y peculiar; pero no ha habido ninguno que no haya sido humilde».

En 1905 ciertos sectores de Sevilla y de Andalucía Oriental sufren casi un año de espantosa sequía. En agosto se abre una colecta; don Marcelo manda crear en cada pueblo una junta para recaudar fondos, establece cocinas económicas y sale, él mismo, a pedir limosna. Tiene 70 años, y recorre a pie durante seis días consecutivos las calles de Sevilla, abrasado por el sol el «arzobispo santo y padre de los pobres»:

«Nos hallamos bajo el peso de una inmensa desventura […] experimentan los horrores del hambre. No nos cansemos ni los unos de dar, ni de trabajar los otros. Si es necesario, muramos en esta hermosa tarea».

El 11 de diciembre de 1905 San Pío X lo crea cardenal, honor que no pudo recibir, pues falleció el 19 de enero de 1906, siendo sepultado el 22 de enero en la cripta de la iglesia del Sagrario de la Catedral de Sevilla.

En enero de 1913 sus restos fueron trasladados a la capilla de los Dolores del templo catedralicio.

La causa de canonización fue introducida el 19 de febrero de 1956. El 24 de marzo de 1983 la Congregación de los Cardenales confirmó la validez de los procesos, declarando solemnemente Juan Pablo II el 24 de septiembre de 1983 las virtudes heroicas del siervo de Dios, y el 29 de marzo de 1987 lo proclamó Beato en la Basílica Vaticana.

El milagro para la beatificación

La relación de la consulta médica sobre la «Positio super miraculo» tuvo lugar el 5 de marzo de 1986, para examinar la curación de sor María de la Encarnación Sánchez Molina, religiosa de las Esclavas del Divino Corazón.

En 1940 fue operada de fibromatosis istero-ovario uterina. Tres meses después, el 26 de noviembre de 1940, presenta una tumefacción en el pecho izquierdo que fue diagnosticada como un tumor maligno, debiendo operarse el 9 de diciembre. La religiosa comenzó una novena al padre fundador pidiendo su curación. En los primeros días la sintomatología dolorosa se hizo más intensa, pero el 7 de diciembre comenzaron a remitir los dolores, de manera imprevista y completa. En la mañana del día siguiente tiene la sensación de haber curado. Examinada por el médico declaró que la curación era perfecta. La religiosa vivió aún 26 años, falleciendo en Montilla en 1966. La conclusión de los dos peritos-médicos, es que la curación fue rápida, completa y definitiva, no pudiendo explicarse científicamente.

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