Vivimos en un momento crítico, esperamos un milagro pero, ¿qué es un milagro? Es común definirlo como un hecho extraordinario y sobrenatural que es atribuido a Dios como el origen, y no está mal definirlo de dicha manera ya que radica en Dios que procura el bien de sus hijos. Pero hay una definición que puede cambiarnos la perspectiva de los milagros. La palabra milagro, en su origen, significaba «admirarse, contemplar con admiración o con asombro», y allí deseo que lleguemos.
La rutina: nuestra compañera.
La rutina en momento se vuelve agobiante, estresante y puede generar hasta tristeza en nosotros, pero qué tal, si la convertimos en una compañera de peregrinación, en medio de todo, es algo que nos hace compañía. El estar en casa se vuelve rutina y perdemos la capacidad de innovar el mismo lugar que habitamos. Pero, sabes algo, Dios también vivió la rutina a través de la encarnación de Jesús, pero Él es un experto para transformar el sentido de lo cotidiano.
Recuerdas el pasaje bíblico en el que Pedro y los discípulos vuelven a la cotidianidad (Jn 21), eso nos puede ocurrir, pero también, puede ocurrirnos que Jesús se presente en medio de la rutina y la transforme. Es muy posible, que Pedro haya regresado a su vida habitual, porque, sus ilusiones con Jesús se hayan perdido a raíz de su Pasión y Muerte en Jerusalén, pero, Jesús, se les aparece y les recuerda de nuevo que Él desea conectar la vida cotidiana con la vida en Él, tanto, que hasta les prepara un desayuno y les concede la actividad que realizaban continuamente y que ese día no se les daba, y es más, hace una pesca milagrosa por la cantidad exuberante que otorga. ¡Un verdadero milagro cotidiano!
¿Y nosotros qué necesitamos para que la rutina sea nuestra compañera? Necesitamos, únicamente dejarnos sorprender por Jesús y comprender que Él se da en todo lugar y situación, pero sobre todo en aquellas que han perdido la novedad. Cuando pierdas la novedad, recuerda que el Señor te dará un impulso preguntándote si lo amas. Y aunque respondas que lo quieres, Él te dará una nueva razón para recuperar la esperanza, Él te impulsará a vivir, te dará motivos y te devolverá el asombro y la inspiración. ¡No desaproveches la ocasión de encontrar al Señor en lo cotidiano!
Palabras con corazón.
El asombro no sólo se da por medio de hechos extraordinarios, sino también, se descubre en cosas sutiles y sencillas, por ello, no basta ver los milagros, basta ser un milagro para otros.
Jesús es su vida hizo curaciones, milagros, pero, ante todo, se convirtió en signo del amor de Dios, y ese fue su gran milagro, hacernos sorprender de un Dios que es Padre y que por amor se encarnó. El servicio, por ejemplo, es una forma de prolongar lo que Jesús hizo por nosotros. Pero, hay otras formas, por ejemplo, dar palabras que salgan del corazón, una palabra puede salvar -sorprender- una persona que estaba cayendo en la rutina, pero, también puede permitir que siga viviendo en lo habitual.
Sin embargo, poseemos un corazón que necesita palabras que salgan de otro corazón, esas palabras son las que en realidad hacen cosas extraordinarias en la vida de los demás y en la propia, sin duda, tenemos un corazón que grita el amor de Jesús y que lo da a los otros. Por tanto, nuestra misión es admirarnos y hacer admirar a los otros, amarnos y transformar la vida de los otros con la fuerza milagrosa del corazón que brota de un apóstol de Jesucristo.
¿Qué tal si nos convertimos en milagro para otros?, a muchos les daríamos sonrisas y la rutina se convertía en su compañera de camino.
1 comentario en “Es momento de hacer milagros”
Muy interesante. Gracias.