Santa Teresita del Niño Jesús

«Amar es darlo todo, darse uno mismo».

Hoy quiero contarte sobre una gran amiga que tengo en el cielo: Santa Teresita del Niño Jesús, ella nació el 2 de enero de 1873 en Francia. La conocí hace siete años cuando leí Historia de un alma, donde cuenta su vida, su encuentro con Dios, cómo fue enamorándose de Él, descubriéndolo en cada cosa, escuchándolo para responder al llamado que le hizo de darle la vida en el Carmelo, sobretodo dejándole actuar para transformar su pequeñez y pobreza en santidad.

Desde su familia se puede intuir la obra de Dios, sus papás Luis y Celia Martin son santos con una historia de amor donde brilla la fe, sus cuatro hermanas (Luisa, Paulina, Leonia, Celina) y ella lo dejaron todo por quién es el Todo en la vida religiosa, una en la Visitación, las demás en el Carmelo de Lisieux. Celia procuraba visitar a diario el Santísimo con sus hijas además de recordarles durante el día que levantaran su corazón hacia Dios y Luis iba a la misa de 5:30 de la mañana.

Teresita me ha inspirado enseñándome que amar a Jesús es más fácil de lo que pensaba porque no es lo suntuoso, lo grande, lo que más se ve, a Jesús se le ama en lo escondido, en lo que parece ser ínfimo e insignificante, en sus palabras «aquí abajo solo hay una cosa que hacer: arrojar a Jesús las flores de los pequeños sacrificios, ganarle con caricias» (p.980), su propuesta permite encontrar al Señor sediento junto al pozo como la Samaritana e invita a saciar su sed, la sed de Aquél que solo espera amistad.

Amar a Jesús es tomar la decisión de ser mártir por amor en la vida cotidiana para salvar almas, para interceder por los que sufren, para pedir por la Iglesia; se ofrece cada acción desde levantarse en la mañana sin posponer la alarma, estudiar para un examen, caminar bajo el sol del mediodía, lavar los platos, doblegar la voluntad, sonreírle a aquella persona que me cuesta y callar las quejas para consolar su Sagrado Corazón; se ofrece lo que no es cómodo y agradable, la enfermedad, la tristeza, el dolor, las renuncias que obligan a salir de sí porque el sufrimiento se vuelve fecundo cuando se abraza la cruz con amor, cuando me dejo abrazar por Jesús.

La vida de Teresita termina con un suspiro hacia el cielo el 30 de septiembre de 1897, dándose por completo como lo había deseado desde el día de su primera comunión supo que Dios quería su corazón, su enfermedad- tuberculosis- la llevó al límite de las fuerzas y durante casi tres meses sufre hasta llegar a respirar con medio pulmón, pero, es sorprendente que en ningún momento se quejó, en silencio le ofrecía todo al Señor y se mantuvo constante en la  oración, sus últimas palabras fueron las palabras de un alma enamorada, una declaración de gratitud: «no me arrepiento de haberme entregado al Amor» (p.946).

Te invito a que leas la vida de Teresita, que la busques si tienes sed de Dios, si quieres ser un santo, una santa del siglo XXI que vive su fe desde lo ordinario, pero ¿quieres vivirla de forma extraordinaria? Ella te enseñará al lado de Jesús, bajo el amparo de María.


de Lisieux, T. (1992). Obras completas de Santa Teresita del Niño Jesús. Monte Carmelo.

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