San Pedro de Capitolías

Por: Bernardino Llorca, SI | Fuente: Año Cristiano (2002)

Presbítero y mártir (+ 713)

Pedro era un sacerdote de rito bizantino, casado y con tres hijos, un varón y dos hijas. La ciudad donde ejercía su ministerio era Capitolías, a treinta kilómetros del Lago de Tiberíades y unos cien de Damasco.

Sentía la vocación a la vida eremítica y trató el asunto con su esposa, la cual estuvo de acuerdo en que él siguiera su inclinación. Las dos hijas fueron colocadas para su educación en el monasterio San Sabiniano, y la mujer quedó al cargo del hijo.

Pero cuando éste cumplió los doce años, el padre se lo llevó consigo a su retiro y le asignó una celda al lado de la suya para encargarse de su educación cristiana.

Pasaron los años y Pedro perseveraba en su género de vida orante y ascético, alabando a Dios por haberle concedido gastar su vida en su servicio y deseando ardientemente que su vida se coronara con el martirio. Y cuando cumplió los sesenta años, Pedro imaginó un modo que le pareció eficaz para conseguir el martirio, y al modo que harían otros mártires en Córdoba en el siglo siguiente, y fue el de confesar a Cristo al tiempo que denostaba como falsa la religión del Islam. Así lo hizo ante una reunión de notables musulmanes a quienes convocó con el pretexto de que iba a hacer testamento. Los reunidos, sorprendidos de esta conducta, se dividieron acerca de lo que era oportuno hacer: unos creyeron que había que denunciarlo en el acto, otros creyeron que el caso necesitaba pausada deliberación.

Mientras esto sucedió se corrió la voz de que Pedro había muerto, lo cual no era cierto. Entonces Pedro acudió a salir a las calles a predicar a Cristo abiertamente, invitando a los musulmanes a dejar su religión y hacerse cristianos.

Esto le valió que desde Capitolías se enviase al príncipe Ornar, hijo del califa Walid I, una denuncia; el príncipe encargó al lugarteniente Zora que informara y arrestara a Pedro. Habiendo enfermado el califa, su hijo Ornar fue a verlo y le contó la historia de Pedro. El califa ordenó que el sacerdote fuera llevado a su presencia. En efecto, el 5 de enero del año 713 Pedro, luego de que lo interrogara Ornar y le instara en vano a que se hiciera musulmán si quería salvar la vida, fue llevado a la presencia del propio Walid. Pedro confesó abiertamente la fe, proclamó a Cristo como Dios y Salvador y dijo que no había otro camino de salvación que el evangelio de Jesús. Se fulminó contra él sentencia de muerte, que habría de cumplirse en Capitolías, para que sirviera de escarmiento.

Llamada la población a la plaza pública, se hizo comparecer también a los hijos de Pedro, y delante de ellos se le arrancó al sacerdote la lengua con que había confesado a Cristo y denostado como falso al Islam. Esto fue el día 10 de enero. Al día siguiente se le cortó la mano y el pie derecho. El día 12 se le cortaron el otro pie y la otra mano y con un hierro encendido se le cegaron los ojos y en este estado se le llevó en una camilla por toda la ciudad para que se viera por todos lo que le ocurría a quien insultaba al Islam. Luego se le colgó en una cruz donde debía estar cinco días, pero Pedro murió el domingo 13 de enero, volando a Dios su alma de sacerdote y mártir. Su cuerpo al cabo de cinco días fue quemado junto con los miembros amputados anteriormente y la cruz y las ropas, y todas las cenizas fueron echadas al río para que no quedara reliquia alguna del mártir, siendo limpiado cuidadosamente el sitio de la hoguera.

La memoria de este santo, reconstruida históricamente gracias a documentos fiables, queda ahora inscrita en el día 13 de enero en el nuevo Martirologio romano.

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